La ansiedad no desaparece con los años. Aunque a menudo se asocia con etapas jóvenes de la vida, las personas mayores también pueden experimentar preocupaciones intensas, pensamientos repetitivos, insomnio, tensión física o sensación de amenaza constante. Sin embargo, esta realidad suele estar invisibilizada, normalizada o incluso desestimada como “cosas de la edad”.
Hablar de ansiedad en la vejez es un acto de validación. Es reconocer que el malestar emocional no tiene fecha de caducidad y que, a cualquier edad, la salud mental importa. Además, en un contexto de creciente digitalización, la tecnología puede convertirse en un puente para el autocuidado emocional si se introduce con sentido, sensibilidad y acompañamiento adecuado (Llorente-Barroso et al., 2022).
Este blog aborda por qué es importante hablar de ansiedad en mayores, qué factores la intensifican y cómo el uso accesible de herramientas digitales puede ayudar a calmar la mente y recuperar bienestar.
¿Por qué es importante hablar de ansiedad en la vejez?
Aunque la ansiedad se asocia habitualmente a personas jóvenes o en edad laboral, lo cierto es que también afecta significativamente a la población mayor. Sus manifestaciones pueden ser diferentes, más somáticas que verbales, y por eso muchas veces pasan desapercibidas o son malinterpretadas como “nervios” o simples consecuencias de la edad.
Estudios epidemiológicos estiman que entre un 10% y un 20% de las personas mayores presentan síntomas clínicamente relevantes de ansiedad, aunque estos tienden a estar infradiagnosticados y, en muchos casos, no se tratan adecuadamente (Bryant et al., 2008; Vahia et al., 2020). Este infradiagnóstico puede deberse a varias razones:
- Estigma generacional: muchas personas mayores han sido educadas en contextos donde el malestar emocional no se expresaba abiertamente, por lo que pueden restar importancia a lo que sienten o evitar hablar de ello.
- Manifestaciones físicas: en lugar de verbalizar preocupación o miedo, pueden experimentar y expresar síntomas como opresión en el pecho, tensión muscular, palpitaciones, insomnio o dolores digestivos, dificultando su detección como ansiedad.
- Normalización del sufrimiento: frases como “es normal sentirse así a mi edad” o “hay que aguantarse” reflejan un modelo de afrontamiento basado en la resignación, más que en la expresión y el cuidado emocional.
La ansiedad en las personas mayores suele estar vinculada a diversas circunstancias vitales que tienden a acumularse en esta etapa. La pérdida progresiva de la salud o el diagnóstico de enfermedades crónicas puede generar una sensación constante de inseguridad y temor al deterioro físico. A esto se suman los duelos y pérdidas significativas (como la muerte de la pareja, amistades cercanas o la pérdida de independencia), que alteran profundamente el equilibrio emocional. También influye el aislamiento social, derivado de la reducción de la red de apoyo o de la dificultad para mantener relaciones activas, incrementando así la sensación de vulnerabilidad.
Además, los cambios en los roles vitales, como la jubilación o la reducción de funciones familiares y sociales, impactan directamente en la autoestima y el sentido de propósito. Por último, también emergen con frecuencia temores existenciales relacionados con la dependencia, la muerte, el deterioro cognitivo o el miedo a ser olvidados, todos ellos factores que alimentan un estado de alerta o inquietud constante.
En este contexto, hablar de ansiedad en la vejez es una forma de validación emocional. No significa etiquetar ni patologizar el sufrimiento, sino permitir que la persona mayor pueda poner palabras a lo que siente, sin miedo a ser minimizada o incomprendida.
Además, abrir este espacio de reconocimiento emocional tiene implicaciones directas en la salud global: mejora la calidad de vida, reduce el riesgo de agravamiento físico y favorece la construcción de estrategias de regulación emocional. Promover este tipo de conversaciones, especialmente en entornos terapéuticos o familiares, es también apostar por un envejecimiento digno, presente y acompañado.
Cuando no se da ese espacio, la ansiedad no desaparece: permanece latente o se intensifica silenciosamente. En este sentido, herramientas como la tecnología —bien adaptada y con sentido emocional— pueden convertirse en un apoyo valioso para reconocer, regular y aliviar el malestar.
¿Cómo puede ayudar la tecnología a calmar la ansiedad en mayores?
Aunque la tecnología suele asociarse a generaciones jóvenes, cada vez existen más herramientas digitales que, cuando se presentan de forma accesible y con acompañamiento significativo, pueden beneficiar directamente el bienestar emocional de las personas mayores. En particular, algunas de estas herramientas han demostrado ser eficaces para reducir síntomas ansiosos, favorecer la regulación emocional y generar entornos de calma y seguridad.
Existen aplicaciones que permiten realizar ejercicios de respiración guiada, prácticas de relajación muscular, visualización o meditación. Estudios recientes han mostrado que estas estrategias pueden disminuir la activación fisiológica asociada a la ansiedad, como la tensión muscular, las palpitaciones o la sensación de ahogo (Perelman et al., 2021; Oken et al., 2021). Cuando se practican de forma regular, incluso a través de medios digitales, pueden ayudar a establecer rutinas de autorregulación emocional muy beneficiosas.
La tecnología también puede actuar como puente social, especialmente en personas mayores que viven solas o tienen redes de apoyo limitadas. Aplicaciones para realizar videollamadas, enviar mensajes de voz, compartir fotos o participar en grupos virtuales pueden reducir la sensación de aislamiento, uno de los factores que más alimentan la ansiedad en la vejez (Santini et al., 2020). Estas interacciones no solo brindan compañía, sino que permiten a la persona mayor sentirse conectada, escuchada y acompañada, algo fundamental en momentos de angustia.
Además, algunas aplicaciones permiten llevar un registro del estado de ánimo o detectar patrones de malestar a lo largo del tiempo. Esta autoobservación no médica, pero guiada, favorece la conciencia emocional y puede ayudar a identificar disparadores de ansiedad, permitiendo abordarlos con mayor anticipación. Cuando este proceso se realiza con el apoyo de un familiar o cuidador, se convierte en una oportunidad para conversar sobre el malestar, nombrarlo y gestionarlo juntos.
Lejos de sustituir el contacto humano, estas herramientas están pensadas para complementarlo, ofreciendo un recurso adicional que brinde seguridad y contención en momentos difíciles y ansios. La clave está en adaptarlas a la persona, explicarlas con paciencia y validar cualquier resistencia como parte del proceso. No se trata de forzar, sino de abrir una posibilidad.
Porque a veces, una respiración guiada desde una app o un simple recordatorio diario para hacer una pausa pueden marcar la diferencia en el estado emocional de una persona mayor. La tecnología, cuando es empática y adaptada, puede convertirse en una aliada silenciosa pero poderosa contra la ansiedad.
Herramientas digitales para calmar la mente
En los últimos años, la tecnología ha dado lugar a una amplia gama de aplicaciones y recursos digitales que, bien utilizados, pueden actuar como aliados para reducir la ansiedad en personas mayores. No se trata de sustituir el vínculo humano, sino de ofrecer apoyos adicionales que favorezcan la regulación emocional cotidiana.
Algunas herramientas accesibles y útiles en este sentido son:
Una de las más conocidas es Calm, que ofrece prácticas breves de respiración, visualizaciones y paisajes sonoros pensados para reducir la activación emocional. Su diseño intuitivo y su variedad de contenidos hacen que pueda adaptarse bien a diferentes niveles de experiencia y necesidades emocionales.
Otra opción es Breethe, que combina contenido de relajación, mindfulness y pequeños ejercicios de gratitud, presentados en un lenguaje cercano y cotidiano. Es especialmente útil para introducir a personas mayores en rutinas de cuidado emocional guiado.
Para quienes desean un acompañamiento más personalizado, la app MyLife Meditation permite seleccionar el estado emocional del momento y sugiere prácticas específicas para afrontarlo. Este enfoque ajustado puede ayudar a que la persona se sienta comprendida desde el primer uso.
Otras aplicaciones, como Sanvello, incorporan principios de la terapia cognitivo-conductual y combinan herramientas de autoconocimiento, registro de emociones, reestructuración cognitiva y rutinas de relajación. Si bien requiere algo más de acompañamiento al principio, puede ser muy eficaz como recurso complementario a la terapia.
También existen plataformas centradas exclusivamente en el sonido, como Rainy Mood o BetterSleep, que permiten crear paisajes sonoros personalizados (lluvia, olas, fuego, viento…) o escuchar música suave pensada para calmar la mente y favorecer el sueño. Son opciones especialmente recomendables para momentos de agitación nocturna o como parte de una rutina de descanso.
En todos los casos, lo más importante no es cuántas herramientas se utilicen, sino cómo se acompañan emocionalmente. Muchas personas mayores necesitan una guía cercana para explorar estas opciones, validar lo que sienten y crear una rutina que tenga sentido para ellas.
La tecnología, cuando se introduce con calidez, empatía y sentido, puede ofrecer algo más que distracción: puede convertirse en una forma de presencia, de calma y de cuidado.
¿Cómo acompañar a una persona mayor con ansiedad?
Acompañar a una persona mayor que atraviesa ansiedad no consiste en dar consejos rápidos ni minimizar su malestar, sino en crear un espacio seguro, respetuoso y sostenido donde pueda sentirse comprendida sin juicio. Muchas veces, el simple hecho de poder hablar de lo que sienten (sin ser interrumpidos, corregidos o deslegitimados) ya supone un primer alivio emocional.
Es importante validar sus emociones con expresiones como “entiendo que eso te preocupe”, “tiene sentido lo que sientes” o “no estás solo/a”. La validación emocional no implica estar de acuerdo con los pensamientos ansiosos, sino reconocer que el malestar que vive la persona es real y merece acompañamiento.
También puede ser útil ayudarles a identificar los momentos en que la ansiedad se activa con más intensidad (por ejemplo, al anochecer, tras una noticia, al quedarse solos) y explorar juntos pequeñas rutinas que favorezcan la calma: una respiración guiada, escuchar una música suave, salir a caminar o simplemente hablar un rato. Lo importante es que estas acciones no se vivan como imposiciones, sino como opciones compartidas y flexibles.
Además, muchas personas mayores necesitan ayuda práctica para iniciarse en el uso de aplicaciones o recursos digitales. Acompañarles en este proceso no solo facilita el acceso, sino que fortalece el vínculo emocional. Convertir la instalación de una app en una experiencia compartida puede ser, en sí misma, una forma de cuidado.
Por último, es fundamental evitar frases como “eso son nervios”, “no pienses en eso” o “tienes que animarte”, que (aunque bienintencionadas) tienden a silenciar el malestar. Acompañar implica sostener, no anular; escuchar, no corregir.
Conclusión: Calmar la mente también es dignificar
Hablar de ansiedad en la vejez es reconocer que las emociones no desaparecen con los años. Es entender que muchas personas mayores viven su malestar en silencio, no por falta de sensibilidad, sino por falta de espacios donde puedan ser escuchadas de verdad.
Apostar por su bienestar emocional no es un gesto menor, sino una cuestión de justicia afectiva. Y en ese camino, la tecnología puede ser un puente valioso si se presenta con sensibilidad, humanidad y acompañamiento real.Porque calmar la mente no es solo reducir síntomas, es permitir que quien ha sostenido tanto a lo largo de la vida, pueda ahora también ser sostenido.
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